IRSE: CAPÍTULO DOS

CAPÍTULO DOS: MARZO

Todo lo que siempre quisieron saber: los detalles jugosos y las anécdotas idiotas sobre mi primer mes viviendo sola. 

Yia.

Dios salve a los post-it.

Ya. Holi. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que me aparecí por acá, esto por dos razones: 

1. La universidad me golpeó en las bolas y he tenido que hacer muchos muchos trabajos

2. Desde que llegué vengo arrastrando un desbarajuste mental que no me permite dibujar y/o escribir como quisiera. Cada vez que lo intento, siento que no logro sacar algo bueno o divertido así que lo dejo botado

Pero hoy digo filo porque ya ha pasado mucho tiempo (esta entrada debí subirla hace dos semanas) y no quiero ser una mierdi. Sin más preámbulo, aquí estoy para contarles todo (o casi todo) sobre mi primer mes lejos de casa. Yeeeei.

Creo que lo más cuático del primer mes siendo independiente fue darme cuenta de toda la sangre, sudor y lágrimas que hay que poner para que las cosas estén en orden. Desde pensar todos los días en qué chucha hacerme de almuerzo, hasta dedicar tres horas de mis mañanas de domingo para hacer aseo, ordenar la pieza y lavar la ropa, es paloyo cómo hay un montón de cosas que uno da por sentado cuando vive con los papis.

La más grande de estas cosas que uno da por sentado es la comida. Oye, cómo chucha se acaba tan rápido todo???? Onda, mis papás iban dos veces al mes al super y estábamos tiki taka, yo tengo que ir como 5 veces a la semana. Es muy pelúo tener la alacena lista y dispuesta para cocinar cuando querai. Más bien imposible. Miles de veces me pasó que quería prepararme algo, iba a la mitad de la receta y me daba cuenta de que faltaban ingredientes. O también que me relajaba después de haber ido al supermercado, pensando que tenía todo, y a la mañana siguiente: puta la weá, tengo pan, pero no compré nada para echarle. Y ojo que todas las veces llevaba lista de compras. Yo cacho que mejorar mi habilidad para escribirlas es la siguiente meta.

Ah y nota mental: está bien que tengas un supermercado al lado, Amanda, pero no dejes la cocina  encendida mientras vas a comprar pensando que la harás corta. Te vas a demorar en ir y volver, aunque tengas que comprar pocas cosas. Y mientras tanto, tu almuerzo se va a quemar.  

Ahora bien, el siguiente punto se debe quizás a que mi TOC es una güeá sobrenatural, o a que el piso del departamento donde vivo es blanco (o una hermosa combinación de las dos), pero lo más difícil para mi fue (y sigue siendo) el tema aseo y ornato. Cada vez que me doy vuelta veo algo cochino o fuera de lugar y me rompe el corazón. Pienso: "por la cresta, si limpié recién, cómo es posible". Y porque obviamente estoy enferma, parto al toque con el paño húmedo bajo el brazo a restregar. Mi mamá lloraría de felicidad si me viera.

Paréntesis: algo que no ha ayudado en este punto, es más, sólo me ha complicado las cosas, es que en Santiago hay más polvo que la mierdi circulando. QUÉ ONDA, AMIGOS. A veces se me olvida guardar la taza en el mueble después de lavarla y al día siguiente, cuando voy a hacerme mi cafecito, el fondo está asqueroso y negro, como mi alma (ok).

Ya, lo que viene me da una mezcla de vergüenza y orgullo. Sucede lo siguiente: Yo soy de esas personas que tienen el sueño más pesao que la chucha. Siempre fue mi mamá la que me empezaba a gritar desde las 7 de la mañana para levantarme, por lo que el despertar sola para ir a clases fue tema. Perdí la cuenta de las veces que me he quedado dormida, pero es un problema que va en retirada y aquí el secreto: pongo 10 alarmas. Yo me burlaba de esa gente que ponía muchas alarmas para despertar en la mañana, pero weón, es un hábito demasiado real y necesario. Entro todos los días a las 8:30 y aunque viva a 20 minutos de la universidad, sin esas 10 alarmas ni cagando llego a tiempo.

Para concluir, un tema más adulto: la plata. El asunto de manejar dinero da para escribir un libro, pero creo que dentro de todo lo he hecho bien. He intentado anotar todos mis gastos en una agendita y en gran medida me ha funcionado. Hago énfasis en el "en gran medida" porque, confesión: mi última semana de marzo tuve que sobrevivirla con cuatro lucas. No sé cómo pasó. Tal parece que tendré que empezar a anotar hasta cuando me compre pastillitas en el kiosko de la esquina. Filo, siento que podría haber sido peor. Me pongo a mi misma una estrellita en la frente.

En fin. Si hago un balance del primer mes, diría que estuvo piola. Logré llegar ebria a mi casa sin un rasguño encima, cociné legumbres y creo que empiezo a manejarme con el transantiago. Creo.

Ya veremos cómo se dan las cosas en el mes que viene.