IRSE: CAPÍTULO TRES

Sobre extrañar y otras cursilerías. Se recomienda tener un balde a mano para vomitar.

Hace unos meses me pasaba todos los días que, estando a punto de despertar, sentía que cuando abriera los ojos iba a ver el techo de mi pieza en Concepción. 

Cuando llegué me costaba comprender dónde estaba parada. Cada semana me devolvía de la universidad al departamento caminando por la alameda, me quedaba sentada en la plaza de la ciudadanía y miraba harto rato la torre entel y el palacio de la moneda (evidentemente las dos weas mas santiaguinas del mundo), pero seguía sintiendo lo mismo: que estaba de paseo. No podía entender que esto era definitivo, que no tenía que arreglar la maleta para devolverme a Conce en la tarde. 

De cierta forma me frustraba porque sentía que inconscientemente estaba tratando de alejarme de la situación. Hacía las cosas por inercia, como que no les tomaba el peso. Ahora la realidark me pegó un portazo en la cara:

Mi mamá no está abajo cocinando el almuerzo para mañana, mi hermana no está en la pieza de al lado trabajando en sus informes, mi papá no está sentado en el living descargando música. Ellos están a seis horas. Están allá y yo estoy acá. Estoy en Santiago y por fin lo acepto.

Esta sudden realization no fue gratuita, obvio. Verán, la situación fue la siguiente: durante marzo estuve en mi burbuja. Recién entrando al mundo de la u, conociendo a mis compañeros  y tratando de ordenar el caos que había en el departamento. Básicamente tenía cualquier mierda en la cabeza y era súper entrete y satisfactorio tachar weás de la lista de cosas que tenía que hacer y también descubrir cosas nuevas. Pero en abril y mayo ya casi todo estaba en su lugar, no tenía tanto de qué preocuparme, había más tiempo para pensar. Y como si el tiempo libre no juera castigo suficiente, vinieron a visitarme.

No me malentiendan, que mi familia viniera a verme fue lo mejor, pero lo malo de esos lindos fines de semana en los cuales todo es bacán y te regalonean caleta, es que no duran para siempre. Y pucha, me importa un pico que suene súper cortavenas, niña tumblr, my chemical romance y ble, la verdad es esa: el regaloneo se acaba y hay que volver a hacer lo de antes.

Yo hasta me sentía mal porque no echaba de menos a nadie. Pensaba: cómo es posible que no extrañe, si ya llevamos como un mes sin vernos. Obvio po, si estaba haciendo mil tonteras cada día. Luego vinieron a verme y ahí me di cuenta de la falta que me hacían todos, porque puta que dolió cuando mi hermana tuvo que irse, cuando mi mamá y mi papá tuvieron que irse y cuando el joaquín tuvo que irse. Cuando todos se devolvieron a Conce a hacer lo suyo y yo tuve que quedarme acá en Santiago, haciendo lo mío.

Es triste, pero a la vez súper lindo si lo pensai. Que uno llegue a necesitar a alguien. Sabís, tachemos la parte de que es lindo porque en realidad es como el hoyo no más (bromi).

En este sentido, creo que el único consuelo que nos queda para los que estamos lejos de la family es ocuparnos de nuestras cosas y buscar algún lugar que se sienta como un hogar, mientras contamos los días que quedan para ver a nuestra gente de nuevo. Ir, como dicen, lento pero seguro y buta, tener más paciencia que la chucha. Es por eso que me caigo, porque yo quiero todo altiro. Y no se puede.

Quiero explayarme en otro aspecto de este ataque emo pero pa que la entrada no quede tan larga, haré una segunda parte.

Puede verla aquí.